Reflexiones de un gallego sobre Vox y las elecciones al Parlamento de Galicia
José María Permuy Rey
Como he escrito en otras ocasiones, mis creencias religiosas y mis
principios políticos católicos no me permiten identificarme plenamente con Vox.
No puedo compartir la raíz y el enfoque liberal de algunas de las medidas
que promueve. Hay verdades y normas que no son opinables y hay falsedades e
inmoralidades que no pueden tolerarse, sino que simplemente han de prohibirse
(por ejemplo, la ideología de género).
Por otra parte, me intranquilizan las luchas internas localistas que de
vez en cuando salen a la luz, la dudosa selección de algunos de sus fichajes de
última hora y el caos organizativo en
ciertas provincias y municipios, porque temo que personas arribistas puedan
tratar de hacerse con el control de Vox en distintos lugares, bien para lucro
personal, bien para satisfacer ambiciones de mando, bien para imponer en Vox su
ideología personal y marginar o quitar de en medio a los que no compartan dicha
ideología.
Pero, a pesar de todo, teniendo en cuenta la situación gravísima por la
que está pasando España en el momento actual, creo que Vox se ha convertido en
un movimiento necesario para nuestra Patria porque, de entre los partidos con
posibilidad de llegar a gobernar o condicionar las políticas de los gobiernos,
es, a día de hoy, el único que propone determinados postulados -aunque no todos
los que yo quisiera, ni los que estimo más importantes-, de extrema urgencia y
necesidad para nuestra sociedad.
Postulados que ningún otro partido del sistema está dispuesto a asumir y
defender, tales como:
●
la supresión de las autonomías políticas regionales;
●
la ilegalización de los partidos separatistas;
●
un mayor y mejor control de la inmigración y de las
ayudas a inmigrantes, atendiendo a su capacidad de integración social y a las
necesidades de nuestra nación;
●
la erradicación del islamismo:
●
la sustitución de la ley de violencia de género por una
ley de violencia intrafamiliar que no discrimine a nadie en razón de su sexo y
garantice la presunción de inocencia de los acusados;
●
la supresión de subvenciones a “chiringuitos”
feministas, LGTB, y, en general, de carácter ideológico, así como a los
partidos políticos, patronal y sindicatos:
●
el pin parental para evitar la imposición de la
ideología de género en las escuelas:
●
la derogación de la ley de memoria histórica;
●
el endurecimiento de las penas para determinados
delitos, como, por ejemplo, la violación;
●
el amparo a las personas que se ven obligadas a
utilizar la violencia en legítima defensa;
●
el desalojo inmediato de los “okupas”;
●
la reducción de todo tipo de impuestos a asalariados,
autónomos y empresarios;
●
la simplificación de trámites para la creación y
desarrollo de nuevas empresas;
●
la creación del cheque escolar;
●
la limitación de abortos quirúrgicos;
●
la defensa de la soberanía e independencia de españa en
la UE;
●
el reconocimiento a las Fuerzas Armadas y a las Fuerzas
de Seguridad del Estado; etc.
La originalidad de las propuestas de Vox explica la confrontación con
todos los partidos del régimen, no sólo los de izquierda sino también los del
llamado centro-derecha.
En la coyuntura presente, con una sociedad plural en credos,
pensamientos y códigos éticos, Vox debe ser un proyecto que aglutine a personas
diversas, en pos de aspiraciones políticas basadas en el sentido común.
Vox, como de vez en cuando ha dicho Santiago Abascal, por encima y al
margen de las etiquetas de derecha e izquierda y de ideologías cerriles,
abstractas, dogmáticas y carentes de sentido de la realidad, debería ser un
movimiento integrador y transversal, atento a las inquietudes, preocupaciones,
problemas y anhelos concretos y cotidianos de millones de españoles de a pie.
Vox no puede ser un mero “PP verde”, ni una continuación del PP de
Aznar (el del pacto de Majestic), ni tan siquiera un heredero del PP de Fraga
(entusiasta del modelo autonómico que Vox quiere desmantelar y de la
partitocracia corrupta que padecemos). Debe ser otra cosa. Y en ello
consistirá, en parte, el secreto de su éxito y de su consolidación.
La irrupción de Vox en los distintos parlamentos (nacional, europeo y
autonómicos), así como en diversos ayuntamientos, ha servido para sacar del
ostracismo ciertas ideas políticamente incorrectas, que afectan, incumben y
preocupan a millones de españoles que, desde mi admirado Blas Piñar (a pesar de
las diferencias entre FN y Vox), carecían de un vocero político que planteara
dichas ideas desde instituciones representativas importantes.
Además, Vox ha podido influir en la toma de algunas decisiones y medidas
políticas buenas, hasta ahora soslayadas por todos, por medio de la negociación
con el PP y Cs en aquellas comunidades autónomas y municipios que han
necesitado del apoyo de Vox para poder formar gobierno.
Sería muy interesante, por cierto, que Vox creara un blog o una web
donde se vayan publicando por orden cronológico, y de modo sucinto, todas y cada una de sus intervenciones y
propuestas en las instituciones representativas de los distintos ámbitos
territoriales; todas y cada una de sus
iniciativas legislativas, así como el desarrollo y resultado de las mismas; y
todas y cada una de las ideas de Vox que han sido admitidas y puestas en
práctica por los gobiernos autonómicos o municipales que han podido
constituirse gracias a su respaldo.
Con motivo de las próximas elecciones autonómicas en Galicia, algunos se
preguntan si es conveniente que Vox se presente a los comicios, aun a riesgo de
hacer peligrar la mayoría absoluta del PP de Núñez Feijóo.
A los argumentos de siempre sobre el voto útil al mal menor, para evitar
que el gobierno de la Xunta recaiga en un partido o coalición de izquierda, se
suma la idea de que las propuestas de Vox no tienen el mismo encaje en la
realidad política gallega que en la nacional.
A mi juicio la respuesta depende de qué pueda aportar Vox a Galicia para
que sus propuestas urgentes y de extrema necesidad se implementen en nuestra
región.
Para ello, primero hay que analizar si en las cuestiones relativas a
dichas propuestas la comunidad gallega tiene o no competencias para poder
actuar al margen del Estado y de las directrices impuestas por la Unión
Europea.
Sería injusto, una pérdida de tiempo y, además perjudicial para la imagen
y prestigio de Vox, que criticáramos a la Xunta de Galicia por asuntos que no
son de su incumbencia y en los que, por tanto, no se le puede exigir
responsabilidades.
Sin embargo, en aquellos casos en los que el gobierno y el parlamento de
Galicia sí gocen de competencia para legislar, dictar normas o tomar medidas
políticas acerca de tales asuntos o cuestiones, hay que examinar cuál ha sido y
es la postura del actual gobierno de Núñez Feijóo en relación con ellas.
En la proporción en que las políticas desarrolladas por el PP gallego se
opongan a las propuestas por Vox, quedará de manifiesto en qué medida es
necesaria o conveniente la presencia de Vox en el Parlamento de
Galicia.
Imagino que los responsables de la campaña de Vox en Galicia habrán tenido
en cuenta este tipo de consideraciones y espero que, por otro lado, sirvan para
despejar dudas en aquellos que han votado a Vox en otras convocatorias
electorales y se muestran reacios a hacerlo en esta ocasión.
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