lunes, octubre 16, 2017

España: una realidad histórica


(Reproduzco un artículo publicado hace años en la revista Arbil)

por José María Permuy

Los diferentes reinos medievales españoles fueron los instrumentos usados para recuperar la integridad y la unidad de España, fin que buscaban todos, tal como muestran todas las fuentes primarias y la documentación historica

El hombre, - varón y mujer-, es un ser social por naturaleza. Nace en medio de una pequeña sociedad llamada familia, en la que recibe desde el primer día su alimento, su educación, su formación moral,etc. Pero a medida que va creciendo, el hombre se inserta en círculos más amplios, relacionándose con otras personas: parientes, amigos, vecinos, compañeros de estudios o de profesión... en un intercambio de ideas, vivencias, y ayuda mutua que enriquece la personalidad.

Esto es lo más normal. Pero hay algunos individuos que, no se sabe por qué tipo de complejos psicológicos, son incapaces de abrirse al prójimo más allá de los estrechos y elementales vínculos familiar y tribal, y viven agobiados pensando que todos cuantos se encuentran al otro lado de sus insignificantes fronteras, son enemigos de los que nada bueno se puede esperar, y de los que hay que guardarse y protegerse a toda costa.

Hablo de los nacionalistas.

Una de trampas a las que recurren para justificar su aislamiento, su victimismo y su manía persecutoria, es la falsificación de la Historia, hasta extremos tan ridículos que, si no fuera por la gravedad de sus consecuencias, producirían en cualquier sujeto con un mínimo de cultura, cordura y sentido común, las más sonoras y sentidas carcajadas.

Los nacionalistas no pueden tolerar que la verdad se conozca. Necesitan una masa de borregos analfabetos y acríticos que los respalden y a quienes puedan manipular a su antojo; porque el día que la parte de gallegos, vascos y catalanes engañados por los separatistas conozcan la historia de España, es más la Historia de sus respectivas regiones, la auténtica Historia, sin falsas interpretaciones, sin omisiones deliberadas, sin invenciones de última hora, ese día a los nacionalistas se les va a acabar el negocio.

Quizás sea cierto que la enseñanza de la Historia de España no se haya enfocado adecuadamente hasta ahora. Se ha insistido mucho en el papel preponderante y casi exclusivo de Castilla en el proceso de reunificación nacional, olvidando o relegando a un segundo plano la aportación de los demás pueblos hispanos. Esto ha podido llevar a que muchos gallegos, vascos y catalanes consideren España como un proyecto ajeno, impuesto desde otra región, cuando la realidad es muy otra.

Otro error, tal vez, haya sido confundir la aparición de España con la unión de los Reinos de Aragón y Castilla y la posterior incorporación de Granada y Navarra en tiempos de nuestros Reyes Católicos, como si hasta entonces no hubiera existido una comunidad hispana unitaria, sino sólo pequeños y diferentes Reinos, Condados y Señoríos surgidos en la península como por generación espontánea, sin ningún vínculo entre ellos en el pasado. Sin embargo no es así. Es falso.

Antes de que nacieran Galicia , Castilla, León, Asturias, Navarra o Aragón como Reinos; Cataluña como Principado; o los Señoríos Vascos, como territorios más o menos autónomos, existió un Reino unitario que comprendía toda la península (incluida la actual Portugal). El Reino visigótico, que en tiempos de Recaredo alcanza la plena fusión entre la población hispanorromana y los hasta entonces dominadores visigodos, al abjurar el monarca públicamente del arrianismo, abrazando el catolicismo y proclamando la unidad religiosa de España durante el III Concilio de Toledo en el año 589. Poco después Suintila consuma la unidad territorial al expulsar definitivamente a los bizantinos. Y Recesvinto la unidad jurídica con la promulgación del "Libro de los Jueces". Es tal la conciencia de unidad nacional que, en su Historia de los Reyes Godos, San Isidoro de Sevilla canta a España con estas sublimes palabras henchidas de patriotismo: "Eres ¡oh España! la más hermosa de todas las tierras que se extienden del Occidente a la India; tierra bendita y siempre feliz en tus príncipes, madre de muchos pueblos. Eres con pleno derecho la reina de todas las provincias, pues de ti reciben luz el Oriente y Occidente. Tú honra y prez de todo el orbe; tú la porción más ilustre del globo".

Así pues, ¿cómo pueden los nacionalistas decir que España es una nación de naciones, cuando España existía como Nación mucho antes de que aparecieran el Reino de Galicia, el Principado de Cataluña y los Señoríos vascos? Si España era una realidad histórica el el siglo VI, España no puede ser el resultado de la suma de hechos que surgen muchos años después.

Lo que ocurrió luego fue que rivalidades internas entre distintas facciones, propiciaron, con la ayuda judía y de algún clérigo traidor, la invasión musulmana, que vino a poner en peligro aquella unidad en el año 711.

Se perdió gran parte del territorio, pero no se perdió la idea de España.

En tales circunstancias la parte de la población que no llegó a ser totalmente controlada por los ocupantes islámicos se fue dispersando y fragmentando en pequeños núcleos cristianos que con el tiempo, es cierto, dieron lugar a comunidades políticas diferenciadas, pero no por ello se perdió nunca ese horizonte de unidad, el sueño de recuperar la España perdida.

Los cronistas astures recogen el suceso de Covadonga como Salus Hispaniae, la salvación de España. Las fuentes medievales hablan con insistencia de los reges Hispaniae. Bernat Desclot, cronista catalán del siglo XIII afirma que todos los príncipes de España son una carn e una sang por lo que si se unieran lograrían una fuerza inigualable (1) .

La vocación unitaria de Galicia es indiscutible. Su vinculación voluntaria al Reino de León, durante siglos el más decidido vindicador de la unidad perdida, llega al punto de que cuando Alfonso III divide su reino entre sus hijos, adjudicando León a García, Galicia a Ordoño, y Asturias a Fruela (2), es Ordoño II, Rey de Galicia, quien da el paso hacia la reunificación, pues al morir García, Ordoño incorpora a su reino el territorio leonés -que incluye a Castilla-; y fallecido Ordoño es Froila de Asturias quien vuelve a juntar bajo su cetro todo el territorio con la aceptación de los nobles gallegos (3).

Alfonso III de León se tituló "Hispaniae Rex". Alfonso VI, "Imperator totius Hispaniae". El mismo título tomó Alfonso VII tras su coronación en León en 1.135, y es interesante saber que se le declararon vasallos suyos los reyes de Navarra y Aragón y el Conde de Barcelona (4).

En cuanto a Cataluña, Ramón Berenguer I, Conde de Barcelona era conocido como "Hispaniae subjugator", Dominador de España. El gran Jaime I tiene en su Crónica afirmaciones de él como estas: "Nuestro padre el rey Pedro fue el rey más franco de cuantos hubo en España" (Crónica 6). Considera sus tropas como "la fuerza que es de las mejores de España". (Crónica 21). En el capítulo 392 dice de Cataluña que "es el mejor reino de España" y "la más honrada tierra de España". Ante el Emperador de Alemania se presenta diciendo: "Señor, yo soy un caballero de España". Y a la Emperatriz le dice: "Yo soy un Conde de España al que llaman el Conde de Barcelona" (5). Dos años antes de morir, al abandonar el Concilio de Lyon proclamaba solemnemente: "Barones, ya podemos marcharnos, pues hoy, a lo menos, hemos dejado bien puesto el honor de toda España" (6).

Con el Compromiso de Caspe, es designado Rey de Aragón en 1.412 Fernando I, nieto de Enrique II de Castilla, lo cual supone un decisivo avance hacia el recobro de la unidad, ya que quedaba establecida en las dos Coronas, Castilla y Aragón una misma familia, la de los Trastámara. Pocos años después, cuando estalla en el Principado la guerra civil entre Juan II y su hijo el príncipe de Viana, Barcelona se alza contra el Rey de Aragón y los catalanes proclaman Rey a Enrique IV de Castilla. Y cuando más tarde se produce la guerra de sucesión al trono de Castilla, Aragón con Cataluña apoyan a doña Isabel que se casará con el Rey Fernando II de Aragón, V de Castilla, dando un paso definitivo en el proceso de reunificación nacional (7).

En lo que se refiere a Vasconia, sólo recordar algunos datos que los nacionalistas suelen pasar por alto.

En el año 1.200 una Comisión de la Junta General de Guipúzcoa se presenta al Rey Alfonso VIII ofreciendo la unión para siempre a la Corona de Castilla. Desde entonces, todos los historiadores coinciden en afirmar que los guipuzcoanos tomaron más interés por las empresas y la prosperidad de Castilla que por las otras provincias vascas o Navarra. La Junta General de 1.468, ejerciendo su soberanía, hizo jurar a Enrique IV de Castilla "que jamás enajenaría de su Corona las villas, pueblos, etc..., ni Guipúzcoa entera". Juramento que obligaba también a sus sucesores (8).

Algo similar ocurrió con Álava que se incorpora definitivamente a Castilla en 1.332, comprometiéndose también en este caso, el Rey de Castilla, a mantener el territorio siempre unido a la Corona (9).

Bastan ejemplos como las hasta aquí expuestas para demostrar cómo, incluso desde el estudio por separado de sus distintas regiones, siendo objetivos, sin prejuicios nacionalistas que deformen la realidad de las cosas, todo lleva a reconocer la convergencia de los distintos pueblos de nuestra Patria en un sólo proyecto común llamado España.

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José María Permuy
Notas
1. Las Españas medievales. Julio Valdeón Baruque. Historia 16. Año XXII. Nº 258. Pág. 80
2. Presencia de Galicia en la Historia de España. La aportación gallega a la grandeza de España. Eugenio López Aydillo. Librería Gral. Victoriano Suárez . Preciados 42. 1.950. P. 48
3. Separatismo e unidade. Unha mitificación histórica. Eduardo Menéndez Valdés. Editorial Galaxia. Vigo. 1.970. Pags. 49 y 50
4. Otra Historia de Cataluña. Marcelo Capdeferro. Editorial Acervo S.L. Barcelona. 1.990. Pág. 74
5. Otra Historia de Cataluña. Marcelo Capdeferro. Editorial Acervo S.L. Barcelona. 1.990. Pág. 76-77
6. Los Catalanes en la Historia de España. José Antonio Vaca de Osma. Biblioteca Nueva. 1.996. Pág.52
7. El nacionalismo catalán. Entre Prim y Vidal-Quadras. Episodios históricos de España. Ricardo de la Cierva. ARC Editores. 1.997.Págs. 60-61
8. Los Vascos en la Historia de España. José Antonio Vaca de Osma. Rialp. 1.995. Págs. 84 y 87
9. Los Vascos en la Historia de España. José Antonio Vaca de Osma. Rialp. 1.995. Pág. 89

sábado, septiembre 30, 2017

Impresiones sobre la Concentración por la Unidad de España. Satisfecho de los asistentes, engañado y manipulado por los organizadores.


(Escrito por José María Permuy Rey)
El domingo a las 12, en la Plaza de María Pita de la Coruña asistí a la manifestación convocada por la Fundación Denaes en defensa de la “convivencia histórica”, “derechos de ciudadanía” y “futuro” de los españoles, “pidiendo que se aparque cualquier símbolo de partido, bajo el único símbolo que nos une a todos, que no es ni de izquierdas ni de derechas, el de la patria común e indivisible: La bandera de España”.
El Foro LC de La Coruña anunció ayer en su cuenta de Facebook haber recibido de Denaes el encargo de coordinar la manifestación.
Quiero dejar claro que conozco a alguno de los miembros de ese foro, personalmente o por referencias de personas de toda mi confianza y creo que son buenas y honradas personas que viven, ideológicamente, en el error, probablemente porque no han tenido la suerte de conocer referentes, libros o textos que les ayuden a profundizar en el conocimiento de la verdad. Están a tiempo. Y confío en que rectifiquen
El caso es que este mismo Foro coruñés, que se declara liberal conservador, había convocado otra manifestación en La Coruña el jueves pasado, a la que no asistí, porque junto con la defensa de la unidad nacional, que comparto plenamente, anunciaron la defensa de la Constitución, que yo rechazo porque la considero responsable de la legalización, consolidación y desarrollo de los separatismos.
Así lo hice saber en un comentario dejado en Facebook bajo el cartel de la convocatoria del jueves.
Cuando supe que Foro LC organizaría la concentración del domingo, me temí que caerían en la tentación de arrimar el ascua a su sardina, eso es, aprovechar la circunstancia para proclamar sus ideas políticas ante un auditorio que, ni había sido llamado por ellos ni se congregó para adherirse a ningún ordenamiento constitucional, régimen político o forma de gobierno, sino para proclamar y defender la unidad territorial de España.
Para tratar de evitar que eso ocurriera, a primera hora de la madrugada del domingo escribí en su cuenta de Facebook las siguientes palabras: “He visto que en su manifiesto leído el jueves pasado en los Cantones de José Antonio dicen defender la Constitución. ¿Van a hacerlo también en la manifestación de esta mañana en María Pita? Lo pregunto porque, de ser así, tendré problemas de conciencia para asistir a la concentración, a pesar de que es mi deseo.
Yo, como católico, no comparto con ustedes su ideología liberal ni su apoyo a la Constitución relativista, antinacional y atea de 1978. Pero como español, sí comparto su preocupación por la unidad territorial de España.
¿Es mucho pedir que dejen a un lado sus preferencias ideológicas y jurídicas y se limiten a pedir que se aplique la ley para frenar los propósitos separatistas sin entrar a valorar la bondad o perfectibilidad de dicha ley? Simplemente bastaría con decir, en lugar de “Estamos aquí en defensa de la Constitución vigente, tan perfectible como se quiera, pero por sus cauces, y no para dar satisfacción a los golpistas…”, “defendemos la aplicación de todas las medidas legales, incluyendo las previstas por la Constitución, y no para dar satisfacción a los golpistas… “
...evitarían ser excluyentes de aquellos que amamos a España y, precisamente por ello estamos en contra de la Constitución, que nos parece no sólo perfectible, sino rechazable, porque permite la legalización de partidos separatistas y establece un régimen autonómico que concede competencias políticas a esos partidos separatistas, de las cuales se valen para llevar adelante su proyecto independentista.
En todo caso ese es un debate que en esta ocasión deberíamos dejar al margen, porque lo que se trata es de unir a todos los españoles por encima de partidos, banderías y preferencias ideológicas o de modelo de Estado.
Así es como lo ha planteado Denaes y por ello organizaciones diversas, entre las cuales están algunas críticas o contrarias con la Constitución se han sumado a la convocatoria de mañana y han pedido a sus militantes que acudan.
Por favor, no hagan que nos sintamos defraudados, engañados.
Por respeto a los términos en que se ha hecho la convocatoria, olviden por esta vez la defensa de la Constitución, del liberalismo y de la democracia y defiendan exclusivamente la unidad territorial de España, la aplicación de todos los medios legítimos para impedir la ruptura de nuestra Patria y la labor de las Fuerzas de Orden Público en el desempeño de su misión de garantizar la integridad de nuestra nación.
Aprovecho también para sugerirles que no hagan alusión a los fueros, que no tienen nada que ver con el nacionalismo secesionista, sino con la tradición histórica de España y con el ideario tradicionalista, cuyos adeptos han sido invitados a participar en la manifestación.
Gracias.
Viva España”.
Pues bien, mi temor se ha visto lamentablemente confirmado durante la manifestación.
Me presenté esta mañana en la Plaza de María Pita ondeando una bandera de España, roja y gualda, sin escudo alguno. Mi intención era simplemente unirme a mis compatriotas preocupados por la posible desintegración física de nuestra nación, No me importaba si eran contrarrevolucionarios -como yo-, liberales o socialistas (Paco Vázquez, socialista y ex alcalde de La Coruña, estaba presente); no me importaba si eran monárquicos -como yo-, republicanos o accidentalistas en materia de forma de gobierno; no me importaba si eran católicos -como yo- creyentes de falsas religiones o incrédulos. No porque no me importe o me sea indiferente que España sea socialista, liberal, republicana, hereje o atea, sino porque aquí y ahora era, y es, momento de suspender todo partidismo, bandería e ideología en aras de la defensa de la unidad territorial de España.
Pero los coordinadores de la manifestación no lo entendieron así.
Antepusieron su ideología a la unidad de España.
Defendieron la Constitución de 1978, alentando así una nueva forma de separatismo que pretende dejarnos fuera de la convivencia nacional y al margen de España a quienes estamos en contra del texto constitucional.
Alentaron gritos como “No soy facha, soy español” o “Bote, bote, bote, facha el que no bote”, que establecen también una división y confrontación entre quienes se consideren fachas y quienes no. ¿Quiénes son los fachas? ¿Qué entienden ellos por facha? A mí no me gusta esa palabra, porque es imprecisa y utilizada por los enemigos de España para englobar realidades políticas diversas que, en ocasiones, son contrapuestas. ¿Es facha el que rechaza el liberalismo y la democracia liberal? ¿Es facha el que se opone a la Constitución de 1978? ¿Es facha el que quiere restaurar la Unidad Católica de España? Si es así, yo soy facha.
¿Es facha el racista, el xenófobo? Si es así, yo no soy facha.
En conclusión, me he sentido engañado y manipulado.
En vista de que los organizadores daban un sesgo sectario a la manifestación y posterior recorrido por la ciudad de La Coruña, no sabía si quedarme o marchar.
Tuve presente que varias organizaciones de esas que vulgarmente son acusadas de fachas, de esas que no simpatizan con la Constitución ni la democracia liberal (franquistas, falangistas, carlistas) demostrando una generosidad, altura de miras y verdadero patriotismo (que tanto contrasta con el egoísmo, sectarismo y nacionalismo constitucionalista y excluyente de muchos liberales), invitaron públicamente a participar en las concentraciones de hoy por toda España
Finalmente, opté por quedarme, con mi bandera en alto, coreando los gritos que dirigían los organizadores y otros asistentes en defensa de la unidad de España, pero, en vista de que ellos no respetaban las exigencias de neutralidad partidista de la convocatoria, decidí asimismo gritar, tan fuerte como me fue posible, ¡Viva Franco! ¡Yo soy facha, soy español! ¡Con Franco no había, las autonomías!, al oír los vítores a la Constitución y la democracia y el insulto a los fachas.
He de decir que me sorprendió verme gratamente secundado en mis exclamaciones por no pocos de los asistentes y felicitado por alguno de ellos. Esto, así como la alegría de haber visto un número considerable de paisanos míos coruñeses que no tiene nada que ver con los errores de los organizadores y que tuvieron el valor de salir a la calle a defender la unidad de España, hace que, finalmente haya salido satisfecho a pesar de todo.

viernes, septiembre 29, 2017

Latrocinio independentista y clero cómplice


(Escrito por José María Permuy Rey)


Si un hijo residente en la vivienda paterna desea independizarse, nadie se lo puede prohibir, ni tan siquiera sus padres, por muy doloroso que les pueda resultar. Pero ese hijo no tiene derecho a exigir a sus padres que dividan en dos su domicilio y le cedan a él una de las partes resultantes de esa división, para que disponga de ella a su antojo e imponga sus propias normas al margen de las establecidas por sus padres y legítimos propietarios. ¡No! Si quiere independizarse, es muy libre de hacerlo, pero tendrá que abandonar el hogar familiar y buscarse para él otro piso o casa, en propiedad o alquiler.

Del mismo modo, si un catalán desea no sentirse español y aspira a fundar una nueva república independiente de Cataluña, ¡allá él! Es muy libre de, por su cuenta o asociado con otros, renunciar a su nacionalidad española y crear un nuevo Estado. Nadie puede impedir que cada uno sienta o piense lo que le dé la gana. Pero ello no le da derecho a edificar ese nuevo Estado sobre territorio español, porque el territorio español no es propiedad de unos pocos o de muchos, sino de todos y cada uno de los españoles de ayer, de hoy y de mañana.

Cataluña es patrimonio, acumulado a lo largo de generaciones, de todos los españoles. Al igual que lo son Galicia, Castilla, Andalucía, Vasconia, etc.

Los catalanes poseen la nacionalidad española y gozan de los mismos derechos civiles que cualquier otro español, tanto si residen en Cataluña como si lo hacen en cualquier otra región de España.

La rebeldía de los independentistas catalanes plantea un problema moral que nada tiene que ver con la libertad individual (como si se tratara de un conflicto entre la libre voluntad de algunos catalanes y la libre voluntad de los demás catalanes y resto de españoles) sino, entre otras cosas, con el derecho de propiedad.

Instaurar un nuevo Estado catalán sobre territorio perteneciente a España es una apropiación indebida, una forma de ocupación ilegítima de una propiedad ajena. Es, en definitiva, un robo.

Por eso resulta escandaloso que el obispo de Solsona y muchos otros clérigos catalanistas se manifiesten a favor del referéndum separatista.

No están defendiendo la libertad. Tampoco están defendiendo simplemente una imaginaria patria catalana que, tal como ellos la conciben es un proyecto nuevo carente de historia y de tradición (porque la verdadera historia y tradición de Cataluña están indisolublemente unidas al del resto de España, de la que forma parte desde los comienzos de la reunificación de la vieja Hispania visigótica).

Están defendiendo un robo. Un grave pecado de hurto.

Y la Conferencia Episcopal Española, servil y absolutamente subordinada al poder civil constituido; sustituyendo la moral objetiva por los principios opinables, discutibles y falibles de la democracia y la Constitución atea, relativista y antinacional que padecemos; con su posicionamiento pacifista, tibio y ambiguo, es cómplice de ese grave pecado.

Ellos no son la Iglesia. Son políticos que anteponen su ideología a su deber moral y religioso de sostener la verdad y promover el bien.

La Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, está por encima de las debilidades, traiciones y pecados de los que forman parte de ella.

Quien alegue la conducta de estos clérigos indignos como pretexto para criticar a la verdadera Iglesia y a la verdadera religión, desconoce la naturaleza de la Iglesia y aun la de la misma condición humana.

Quien aduzca el carácter sacerdotal de algunos de los sediciosos separatistas para tratar de justificar éticamente el independentismo o para reclamar su impunidad ante la ley, desconoce la distinción (que no separación) entre la Iglesia y las comunidades políticas, enseñada por León XIII en su encíclica Inmortale Dei,  predicada por Cristo en el Evangelio (dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César) y explicada magistralmente por Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII (en aquello que es principalmente competencia de la Iglesia se ha de obedecer más a la Iglesia que al poder civil, pero en aquello que es competencia del Estado y no de la Iglesia, se ha de obedecer más al Estado).

miércoles, septiembre 27, 2017

Por España y sólo por España. No al separatismo constitucional, ideológico o político.

José María Permuy Rey

            España es una realidad histórica anterior y superior a cualquier ley civil o Constitución, ideología, partido o forma de gobierno.

            Lo que se juega en Cataluña estos días no es la democracia, ni la Constitución, ni un modelo de ordenación del territorio, ni la monarquía. Se juega la unidad de España. Una España que nace con el rey Recaredo y se rehace con los Reyes Católicos.

            Algunos españoles –sé que pocos, pero el número no constituye un criterio para juzgar acerca de la verdad y la razón de una afirmación- creemos que la Constitución Española de 1978 no sólo no es el remedio sino que es una de las causas de la consolidación y propagación del separatismo en España.

            Por su inexactitud conceptual (el reconocimiento de nacionalidades que no existen como tales); porque instaura un Estado de la autonomías que concede a las regiones competencias que nunca debieron haber tenido; y porque, consecuente con la ideología liberal relativista, permite la existencia legal de partidos cuyo propósito principal es destruir España, algo que han ido haciendo en sus respectivas comunidades autónomas, allá donde han gobernado y, asimismo, en el Congreso de los Diputados, chantajeando a gobiernos sin mayoría absoluta, ofreciendo su apoyo a cambio de beneficios en pro de sus objetivos separatistas.

            Por ello, convocar a los españoles para manifestarse a favor de la unidad territorial de España y, al mismo tiempo, para apoyar la Constitución, es un contrasentido. Como bien decía Vázquez de Mella, refiriéndose a los liberales, es poner tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias.

            Pero es también, sin lugar a dudas, una forma de excluir a algunos españoles (los no partidarios de la actual Carta Magna) de esa convocatoria.

            Se trata, en definitiva, de otra forma de separatismo.

            ¿Imaginan convocar una manifestación a favor de la unidad de España y en apoyo del socialismo, o del liberalismo, o del PP, o de Podemos…?

            ¿Por qué unir o mezclar la defensa de la integridad de España (que es una realidad histórica indiscutible) con la ideología, o el partido, o el modelo de Estado o Constitución que cada uno pretenda defender (que son cuestiones mudables, discutibles, opinables y en algunos casos moralmente condenables)?
            Unámonos para defender la unidad territorial de nuestra Patria, que es lo que peligra ahora mismo, y dejemos a un lado, en este momento, las disputas sobre el modelo de España que cada uno desea.