viernes, noviembre 27, 2020

Homenaje, sin reproche, a José Luis Corral, fundador de Movimiento Católico Español y Acción Juvenil Española

 


Homenaje, sin reproche, a José Luis Corral, fundador de Movimiento Católico Español y Acción Juvenil Española

Por José María Permuy Rey

Hace 35 años que milito en política.

Fue en 1985, cuando en mi ciudad natal, La Coruña, me afilié a las Falanges Juveniles de España, rama juvenil de Falange Española de las JONS, que en aquel momento lideraba Diego Márquez Horrillo. Al poco tiempo me designaron Delegado Provincial de FFJJE y, tras alcanzar la mayoría de edad, subjefe provincial de Fe de las JONS. 

En 1989 pasé a formar parte de Falange Española Independiente, como Consejero Nacional y Jefe Territorial de Galicia.

En 2000 milité en Fe-La Falange, bajo el mandato de Jesús López, donde llegué a ser Jefe Provincial y Secretario Territorial de Organización.

Después de formar parte de la junta gestora del Frente español, en 2003 decidí incorporarme a la recién creada Alternativa Nacional, que posteriormente se denominaría Alternativa Española, cuyo Presidente Nacional Honorífico era Blas Piñar (q.e.p.d.) y cuyo Secretario General era y es mi siempre estimado Rafael López-Diéguez, quien me confió la presidencia de AES en Galicia.

Durante todos estos años pertenecí, además, a diversas asociaciones culturales patrióticas (Foro Arbil, Nuevo Criterio, Cristiandad Hispánica…) y siempre, militara donde militara, mantuve cordiales relaciones y me presté a colaborar con cuantas organizaciones e iniciativas patrióticas tuve la suerte de conocer, en los ámbitos local, regional y nacional: Frente Nacional, Junta para la Reconquista de la Unidad Católica de España, Hermandad del Valle de los Caídos, Fundación José Antonio, Gerona Inmortal, ADES-Barcelona, Fuerza Nueva, las dos comuniones tradicionalistas, Fundación Francisco Franco, Movimiento Católico Español, etc.

Comencé mi militancia política enamorado de los textos de José Antonio Primo de Rivera.

En FEI empecé a leer escritores tradicionalistas, carlistas y no carlistas, cuyo ideario me sedujo (Balmes, Donoso Cortés, Ramiro de Maeztu, Aparisi y Guijarro, los Nocedal, Vázquez de Mella, Víctor Pradera…). Lecturas que me hicieron descubrir que José Antonio, Onésimo y otros nacionalsindicalistas (entre los cuales ocupa un lugar destacado José Luis de Arrese) no fueron seres excepcionales en el panorama de la política nacional, como erróneamente creen algunos falangistas, sino deudores de un pensamiento tradicional español al que, por otro lado, aportaron sus propias genialidades, sugerencias y talentos. Algo que, lamentablemente se niegan a reconocer algunos carlistas.

Unos y otros, teóricos carlistas y falangistas, forman parte del acervo de pensamiento español, que trasciende la época, circunstancias y disciplina de grupo que vivieron cada uno de ellos y que está a disposición de todo hombre de buena voluntad, sin importar su compromiso, inclinación o adscripción política. Cualquiera está en su legítimo derecho de asociarse con otros y constituir organizaciones que se inspiren en alguno de esos pensadores. Pero nadie debería arrogarse el patrimonio en exclusiva de ninguno de ellos y privar así a la sociedad entera de su influjo benéfico. 

Tuve el honor de tratar a Blas Piñar, a quien aprecié y admiré hondamente, y con quien compartí, entre otras muchas cosas, su idea de reivindicar y defender los ideales del 18 de julio y la obra de Francisco Franco, no como mera nostalgia inmovilista de un pasado mejor, sino como inspiración de presentes y futuros proyectos políticos integradores de tendencias diversas, diferentes en aspectos contingentes, pero coincidentes en los principios fundamentales perennes, siempre vigentes e imperecederos, que sustentaron el Estado nacional acaudillado por el Generalísimo, y que no son otros que los de la Tradición española, el Derecho público cristiano y la Doctrina Social y política de la Iglesia.

Aunque tengo el gusto de conocerle y ser su camarada desde hace décadas, en los últimos años he gozado del honor de ser invitado por José Luis Corral a intervenir en los actos públicos convocados por su Movimiento Católico Español, con motivo del 1 de abril, el 18 de julio y el 20 de noviembre.

José Luis Corral es, a mi juicio, uno de los jefes políticos que mejor ha sabido entender, mantener, defender y aplicar ese sano patriotismo católico integrador del que siempre he sido partidario: ajeno a todo sectarismo, respetuoso de las distintas sensibilidades en lo opinable, generoso (y no pocas veces paciente en grado heroico) con todos los patriotas.

Ha demostrado, además, poseer un sentido de la realidad, responsabilidad y prudencia como pocos otros, sabiendo conjugar la defensa leal, innegociable, inquebrantable y explícita de los ideales de Dios, Patria y Justicia como meta irrenunciable de nuestras aspiraciones políticas, con la posibilidad de apoyar electoralmente cuando no existen alternativas mejores viables -de manera puntual, excepcional, condicionada y crítica-, opciones que en la coyuntura partidista presente puedan poner freno, hacer retroceder y vencer en algunos aspectos de grave y urgente necesidad, a la Revolución antinacional, mundialista, inmoral y anticristiana que se enseñorea sobre nuestra Patria.

José Luis Corral. Profundo conocedor de la doctrina. Excelente escritor. Magnífico comunicador, orador y conferenciante. Infatigable trabajador por la Causa. Inasequible al desaliento. Católico por encima de todas las cosas. Patriota auténticamente apartidista. Bondadoso en grado extremo.

Con estas letras deseo rendirle el homenaje que se merece e invitar a todo católico y patriota a sumarse al mismo, de palabra y de obra, apoyando el espíritu y la acción del Movimiento Católico Español y de Acción Juvenil Española.

José Luis, gracias por tu ejemplo.


 

viernes, marzo 06, 2020

Reflexiones de un gallego sobre Vox y las elecciones al Parlamento de Galicia


Reflexiones de un gallego sobre Vox y las elecciones al Parlamento de Galicia

José María Permuy Rey


Como he escrito en otras ocasiones, mis creencias religiosas y mis principios políticos católicos no me permiten identificarme plenamente con Vox.

No puedo compartir la raíz y el enfoque liberal de algunas de las medidas que promueve. Hay verdades y normas que no son opinables y hay falsedades e inmoralidades que no pueden tolerarse, sino que simplemente han de prohibirse (por ejemplo, la ideología de género).

Por otra parte, me intranquilizan las luchas internas localistas que de vez en cuando salen a la luz, la dudosa selección de algunos de sus fichajes de última hora y  el caos organizativo en ciertas provincias y municipios, porque temo que personas arribistas puedan tratar de hacerse con el control de Vox en distintos lugares, bien para lucro personal, bien para satisfacer ambiciones de mando, bien para imponer en Vox su ideología personal y marginar o quitar de en medio a los que no compartan dicha ideología.

Pero, a pesar de todo, teniendo en cuenta la situación gravísima por la que está pasando España en el momento actual, creo que Vox se ha convertido en un movimiento necesario para nuestra Patria porque, de entre los partidos con posibilidad de llegar a gobernar o condicionar las políticas de los gobiernos, es, a día de hoy, el único que propone determinados postulados -aunque no todos los que yo quisiera, ni los que estimo más importantes-, de extrema urgencia y necesidad para nuestra sociedad.

Postulados que ningún otro partido del sistema está dispuesto a asumir y defender, tales como:

             la supresión de las autonomías políticas regionales;

             la ilegalización de los partidos separatistas;

             un mayor y mejor control de la inmigración y de las ayudas a inmigrantes, atendiendo a su capacidad de integración social y a las necesidades de nuestra nación;

             la erradicación del islamismo:

             la sustitución de la ley de violencia de género por una ley de violencia intrafamiliar que no discrimine a nadie en razón de su sexo y garantice la presunción de inocencia de los acusados;

             la supresión de subvenciones a “chiringuitos” feministas, LGTB, y, en general, de carácter ideológico, así como a los partidos políticos, patronal y sindicatos:

             el pin parental para evitar la imposición de la ideología de género en las escuelas:

             la derogación de la ley de memoria histórica;

             el endurecimiento de las penas para determinados delitos, como, por ejemplo, la violación;

             el amparo a las personas que se ven obligadas a utilizar la violencia en legítima defensa;

             el desalojo inmediato de los “okupas”;

             la reducción de todo tipo de impuestos a asalariados, autónomos y empresarios;

             la simplificación de trámites para la creación y desarrollo de nuevas empresas;

             la creación del cheque escolar;

             la limitación de abortos quirúrgicos;

             la defensa de la soberanía e independencia de españa en la UE;

             el reconocimiento a las Fuerzas Armadas y a las Fuerzas de Seguridad del Estado; etc.

La originalidad de las propuestas de Vox explica la confrontación con todos los partidos del régimen, no sólo los de izquierda sino también los del llamado centro-derecha.

En la coyuntura presente, con una sociedad plural en credos, pensamientos y códigos éticos, Vox debe ser un proyecto que aglutine a personas diversas, en pos de aspiraciones políticas basadas en el sentido común.

Vox, como de vez en cuando ha dicho Santiago Abascal, por encima y al margen de las etiquetas de derecha e izquierda y de ideologías cerriles, abstractas, dogmáticas y carentes de sentido de la realidad, debería ser un movimiento integrador y transversal, atento a las inquietudes, preocupaciones, problemas y anhelos concretos y cotidianos de millones de españoles de a pie.

Vox no puede ser un mero “PP verde”, ni una continuación del PP de Aznar (el del pacto de Majestic), ni tan siquiera un heredero del PP de Fraga (entusiasta del modelo autonómico que Vox quiere desmantelar y de la partitocracia corrupta que padecemos). Debe ser otra cosa. Y en ello consistirá, en parte, el secreto de su éxito y de su consolidación.

La irrupción de Vox en los distintos parlamentos (nacional, europeo y autonómicos), así como en diversos ayuntamientos, ha servido para sacar del ostracismo ciertas ideas políticamente incorrectas, que afectan, incumben y preocupan a millones de españoles que, desde mi admirado Blas Piñar (a pesar de las diferencias entre FN y Vox), carecían de un vocero político que planteara dichas ideas desde instituciones representativas importantes.

Además, Vox ha podido influir en la toma de algunas decisiones y medidas políticas buenas, hasta ahora soslayadas por todos, por medio de la negociación con el PP y Cs en aquellas comunidades autónomas y municipios que han necesitado del apoyo de Vox para poder formar gobierno.

Sería muy interesante, por cierto, que Vox creara un blog o una web donde se vayan publicando por orden cronológico, y de modo sucinto,  todas y cada una de sus intervenciones y propuestas en las instituciones representativas de los distintos ámbitos territoriales;  todas y cada una de sus iniciativas legislativas, así como el desarrollo y resultado de las mismas; y todas y cada una de las ideas de Vox que han sido admitidas y puestas en práctica por los gobiernos autonómicos o municipales que han podido constituirse gracias a su respaldo.

Con motivo de las próximas elecciones autonómicas en Galicia, algunos se preguntan si es conveniente que Vox se presente a los comicios, aun a riesgo de hacer peligrar la mayoría absoluta del PP de Núñez Feijóo.

A los argumentos de siempre sobre el voto útil al mal menor, para evitar que el gobierno de la Xunta recaiga en un partido o coalición de izquierda, se suma la idea de que las propuestas de Vox no tienen el mismo encaje en la realidad política gallega que en la nacional.

A mi juicio la respuesta depende de qué pueda aportar Vox a Galicia para que sus propuestas urgentes y de extrema necesidad se implementen en nuestra región.

Para ello, primero hay que analizar si en las cuestiones relativas a dichas propuestas la comunidad gallega tiene o no competencias para poder actuar al margen del Estado y de las directrices impuestas por la Unión Europea.

Sería injusto, una pérdida de tiempo y, además perjudicial para la imagen y prestigio de Vox, que criticáramos a la Xunta de Galicia por asuntos que no son de su incumbencia y en los que, por tanto, no se le puede exigir responsabilidades.

Sin embargo, en aquellos casos en los que el gobierno y el parlamento de Galicia sí gocen de competencia para legislar, dictar normas o tomar medidas políticas acerca de tales asuntos o cuestiones, hay que examinar cuál ha sido y es la postura del actual gobierno de Núñez Feijóo en relación con ellas.

En la proporción en que las políticas desarrolladas por el PP gallego se opongan a las propuestas por Vox, quedará de manifiesto en qué medida es necesaria  o conveniente  la presencia de Vox en el Parlamento de Galicia.

Imagino que los responsables de la campaña de Vox en Galicia habrán tenido en cuenta este tipo de consideraciones y espero que, por otro lado, sirvan para despejar dudas en aquellos que han votado a Vox en otras convocatorias electorales y se muestran reacios a hacerlo en esta ocasión.