El voto a Vox
de un patriota contrarrevolucionario
Gracias
a Dios, soy católico, patriota y contrarrevolucionario.
Quiso
el Señor que a lo largo de mi vida tuviera la gracia de ir conociendo libros,
grupos y personas que han contribuido a formar mi pensamiento y consolidar mis
creencias en ese sentido.
Me
enamoré del pensamiento de José Antonio y ello me llevó a militar durante unos
años en diversos movimientos falangistas.
Siendo
falangista descubrí el pensamiento político contrarrevolucionario, español y extranjero,
carlista y no carlista, y llegué a la conclusión de que -sin ser incompatible
con mi adhesión a José Antonio, Onésimo o Arrese, que mantengo- es lo más
coherente con la fe católica que profeso.
Por
último, me di cuenta de que ambas influencias, la falangista y la tradicionalista
fueron asumidas y armonizadas por mi admirado Blas Piñar, en un movimiento,
Fuerza Nueva, que ha adoptado distintos nombres y ha dado lugar a iniciativas
diversas, que tiene como referente los principios fundamentales del Movimiento
Nacional acaudillado por el Generalísimo Franco y al cual me incorporé
afiliándome a Alternativa Nacional desde sus inicios y colaborando actualmente
con el Movimiento Católico Español.
Obviamente
Vox no tiene como inspiración el ideario contrarrevolucionario, ni como
referente a Fuerza Nueva.
Lo
sé desde un principio. Por eso, al contrario que otros camaradas o
correligionarios, nunca me ha decepcionado Vox. Porque no he confundido a Vox
con algo que no es. Ni he esperado de Vox lo que no cabe esperar.
Mi
meta en política es la reconquista de la Unidad Católica de España, la
restauración de la Cristiandad, la instauración de la ciudad católica en el
orbe entero.
A
ello aspiro y por ello llevo luchando -y sigo en ello- en distintos frentes
(eclesial, político, cultural) y desde asociaciones diversas.
Pero
no es en unos comicios donde se va a decidir la consecución inmediata de esta
meta. Porque a día de hoy no se dan, ni remotamente, las circunstancias para
que en un plazo breve -y mucho menos en unas próximas elecciones- se pueda
alcanzar.
Es
una pena. Pero es la realidad.
En
tanto en cuanto no me sea realmente posible, Dios no me pide que haga el máximo
bien deseable. Pero sí me pide que haga el máximo bien que pueda en cada
momento, sin dejar de luchar por hacer viable la consecución de bienes mayores
en el futuro.
Si
en este instante pudiera salvar a todos los niños que son abortados cada año,
tendría la obligación moral de hacerlo. Pero si no puedo, porque de hecho carezco
de capacidad para ello por más que lo desee, y sin embargo tengo la posibilidad
de salvar un 90 % de esos niños, ¿cómo no hacerlo? Ello no quiere decir que no
siga trabajando para que se dé una coyuntura que me permita llegar a la
prohibición total del aborto. Pero mientras ello no suceda, debo salvar cuantas
más vidas pueda aquí y ahora.
Entre salvar algunas vidas de niños inocentes por medio de una ley
mala, pero más restrictiva -como propone Vox- y seguir dejando que mueran todos
los no nacidos abortados bajo las leyes vigentes, no puedo preferir que mueran
todos. Se ha hecho el sábado para el
hombre, no el hombre para el sábado.
Vox
no es mi “ideal”. Vox es constitucionalista. Yo estoy convencido de que en la
Constitución está el origen de muchos de los problemas que padece España.
Vox
no es contrarrevolucionario. Ni siquiera es un partido católico. Yo rechazo el
aconfesionalismo y quiero el reconocimiento político de la Soberanía de Cristo.
La
ideología de Vox es, predominantemente, el liberalismo. Yo creo que todo
liberalismo es pecado.
Por
eso, si en unas próximas elecciones existiera la más mínima posibilidad para un
partido patriota, contrarrevolucionario, católico y no constitucionalista de adquirir
poder suficiente para poner en práctica todo o parte de su ideario, le votaría antes
que a Vox.
Pero
la realidad se impone. Hay que cambiarla, sí. Pero mientras ello no ocurre, la
vida sigue, la Patria continúa rompiéndose, las almas de nuestros jóvenes,
corrompiéndose y las vidas de los no nacidos y de los mayores, eliminadas. La
seguridad de nuestras calles y nuestras casas cada vez menor. El paro aumenta,
El dinero público se despilfarra. El social-comunismo amenaza con prohibir la
legítima libertad política y religiosa.
En
la hora presente Vox es el único partido político de los que se presentan a
elecciones en España que, teniendo posibilidades de éxito, puede poner freno ahora
mismo a la Revolución y aun hacerla retroceder.
El
triunfo de Vox puede suponer la salvación de miles de cuerpos y almas. No todos
los que querríamos, sin duda. Pero muchos más de los que se salvarían sin Vox.
Los cuerpos de las víctimas de la actual ley del aborto y de la eutanasia. Las
almas de los niños corrompidos por las ideologías de género, LGTB y feministas,
entre otras.
Vox
no va a restaurar la unidad católica de nuestra Patria. Pero va a defender la
unidad territorial.
Vox
no ilegalizará todos los partidos políticos, como muchos querríamos. Pero sí va
a hacerlo con los separatistas. Y acaso con los comunistas. Como ocurre en
otros lugares del mundo.
Vox
no va a reivindicar la figura de Franco y su legislación pero va a derogar las
leyes de memoria histórica y democrática para que, los que queramos, podamos
hacerlo.
Votar
a Vox no añade ningún mal a los ya existentes. No empeora nada. Por el
contrario, va a mejorar la situación de España y de los españoles y va a hacer
más fácil y más cercano mi objetivo político.
Además,
votar a Vox no me supone ningún pacto, ninguna renuncia, ninguna transacción,
ninguna componenda, nada que disminuya mi apostolado católico, patriótico y
contrarrevolucionario. Al contrario. Votando a Vox, si gracias a ello llega a
gobernar, voy a tener más libertad que ahora para realizar mi apostolado.
Incluso para seguir criticando a Vox en lo que no esté de acuerdo con Vox.
El
voto a un partido no es como un voto religioso. No me compromete a seguir
votándole ni por un tiempo ni perpetuamente, ni a adherirme a todo su programa,
ni a dejar de reprocharle lo que considere reprochable. No me compromete a nada.
Es el partido el que, al recibir mi voto, se compromete a cumplir todos sus
postulados políticos, entre los cuales se encuentran aquellos que me han
animado a votarle. Mi voto no es cautivo del partido. El partido es cautivo de
mi voto. Voto que seguiré prestándole si no me engaña y mientras no haya otro
partido con mejores propuestas que Vox que pueda gobernar.
Mi
voto a Vox no me impide seguir escribiendo a favor del Reinado Social de
Jesucristo, participar como orador en homenajes públicos a Franco o pronunciar
conferencias contra el liberalismo.
Es
una apuesta en la que no tengo nada que perder, mientras que, no solo yo, sino
mis compatriotas, mis hermanos en la fe y la causa de Dios tenemos mucho que
ganar.
Vox
no será el remedio que cura la enfermedad, pero es medicina que alivia los
síntomas, detiene su agravamiento y mejora el estado de salud. Que nos ayuda a
no ir a peor e incluso a mejorar y mantenernos con vida mientras no exista el fármaco
que cura o no tengamos dinero suficiente para adquirirlo, en caso de que ya
exista.
El
triunfo de Vox, en el peor de los casos, nos concede tiempo y libertad para
seguir haciendo apostolado de la contrarrevolución y procurar que algún día,
con la ayuda de Dios, la sociedad esté preparada para aceptar y demandar
opciones políticas plenamente católicas y contrarrevolucionarias. Mientras no
exista una sociedad preparada, es decir, con mentalidad católica y patriótica
contrarrevolucionaria, es inútil concurrir a unas elecciones con un ideario
católico, patriótico, contrarrevolucionario. Del mismo modo que sería inútil
querer pescar en un lago vacío de peces, por más veces que lancemos la caña y
por muy bueno que sea el anzuelo. Si queremos llegar a pescar, primero hay que
poblar el lago con peces.
A mi juicio, los patriotas católicos y contrarrevolucionarios
debemos posponer toda pretensión electoral inmediata para volcar nuestro
esfuerzo en la educación, en el combate cultural, en el homenaje a nuestros
héroes y el recuerdo de nuestras gestas, en la formación de las conciencias. Por
medio de actos públicos, mítines, conferencias, presentaciones de libros, campamentos,
cursos de verano, redes sociales, etc. Y, mientras tanto, como diría José
Antonio, votar sin fe y sin respeto por el régimen político vigente, pero votar
lo menos malo o el mayor bien posible.
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